Llamada a los sacerdotes a vivir como Cristo, Sacerdote y Víctima
El Señor desea levantar un ejército de santos «sacerdotes-víctimas»; Mártires de amor que estén dispuestos a ser transformados como UNO con Cristo crucificado. Son ellos quienes se mantendrán firmes durante los tiempos de oscuridad como los «apóstoles de la luz» protegiendo y defendiendo a la Novia de Cristo, la Iglesia.
El Señor habla a la comunidad Amor Crucificado de Su deseo para los sacerdotes:
Hija Mía… Mi alianza con cada uno de ellos los llama a amar como Yo he amado; Amar con Mi corazón. Mi amor es sacrificial, Mi amor es tierno y paciente, pero sobre todo mi amor está crucificado. Vine a la tierra deseando solo la cruz; Mis hijos han de tener el mismo amor por la cruz que tuve Yo. Es solo a través de su amor crucificado que sus vidas darán abundantes frutos; Es solo a través de su amor crucificado que serán transformados por el fuego del Espíritu Santo en Mí. Solo a través del amor crucificado, Mis sacerdotes se convertirán en la muralla fortificada de bronce que protege a Mi Iglesia de los principados de la muerte. Esto es lo que has de decirle a mis sacerdotes. Si no escuchan Mis Palabras, perecerán durante el tiempo de gran oscuridad. —3/30/10. Ver mensaje completo🔗
...Estoy levantando Mi ejército de sacerdotes santos, Mis Boinas Verdes: Hombres con fortaleza, hombres con valor, hombres santos, hombres dispuestos a dar su vida por su Dios. Son estos santos sacerdotes los que serán Mis apóstoles de Luz durante el tiempo de gran oscuridad que se aproxima. El tiempo está en un futuro próximo. —11/03/10. Ver mensaje completo🔗
La Iglesia tiene una visión clara para un sacerdocio transformado. De esta visión de victimazgo sacerdotal dan testimonio los sacerdotes santos como San Juan María Vianney, San Padre Pío y San Maximiliano Kolbe. No solo eran hombres buenos que servían a Dios y ofrecían sacrificios, sino hombres transformados en alter-Christus, forjados por el Espíritu Santo en el vientre de María y en el poder de la Cruz como sacerdotes víctimas de amor. Hombres consagrados a María y la Eucaristía.
Para poder realizar plenamente su vocación como sacerdote y víctima, debe descubrir su identidad como víctima. La crisis en el sacerdocio se refleja en la ausencia de esta identidad. El venerable obispo Fulton Sheen, en su libro, A Priest is not His Own (El Sacerdote no se pertenece), subraya la necesidad imperante de que los sacerdotes acepten su condición de víctimas:
Nosotros, que hemos recibido el Sacramento de Órdenes, nos llamamos «sacerdotes». El autor no recuerda a ningún sacerdote que haya dicho: «Fui ordenado "víctima"», o que dijera: «Estoy estudiando para ser "víctima"». Eso parecía casi ajeno a ser sacerdote. El seminario siempre nos decía que fuéramos «buenos» sacerdotes pero nunca se nos dijo que fuéramos víctimas voluntarias. Y sin embargo, ¿no fue Cristo sacerdote una víctima? ¿No vino a morir?
Los sacerdotes paganos, los sacerdotes del Antiguo Testamento y los curanderos ofrecían un sacrificio pero no se ofrecían ellos mismos. Nuestro Señor es diferente. Fue sacerdote–víctima. Por eso, al igual que nos falta mucho de la vida de Cristo si no vemos que la sombra de la Cruz se proyecta incluso sobre su cuna, sobre el taller de carpintería y sobre Su vida pública, también tenemos un concepto mutilado de nuestro sacerdocio si lo contemplamos sin hacernos víctimas en la prolongación de Su Encarnación.
Mensaje urgente a los sacerdotes
La Beata Conchita recibió mensajes del Señor respecto al sacerdocio, desde septiembre de 1927 a enero de 1931. El Señor hizo hincapié en la urgencia de la santificación sacerdotal. Él revela su amor total inmolándose como una ofrenda incondicional al Padre en el Espíritu Santo. Él le explica a Conchita la importancia de que Sus sacerdotes vivan como víctimas, UNO con Él, la Víctima, para ser transformados en Amor.
Las almas sacerdotales imprescindiblemente tienen que ser víctimas; tienen que convertirse en don, ofreciéndose puras a mi padre en mi unión, y entregándose también en donación a las almas, como Yo. —El Sacerdocio de Cristo y el sacerdocio ministerial en la experiencia y los mensajes de Concepcion Cabrera de Armida, Juan Esquerda Bifet, 11.
Jesús revela a Conchita Su Sagrado Corazón y como Su corazón ama. Él desea que sus sacerdotes sean un corazón con el Suyo, amando como Él ama, en total inmolación.
El amor que no se crucifica no es amor... ¿Cómo ame Yo?, con amor universal de caridad como sabe amar el Verbo, todo caridad. Con amor de sacrificio, inmolándome... perdonando, olvidando y alcanzándoles gracias con mi dolor. Con una purísima intención divina... Con un fin sublime de caridad para con el hombre y para con la Divinidad, procurándole gloria. Mi amor expiatorio es incomprensible a toda inteligencia humana. —Ibid. 12
El valor espiritual y apostólico de la vida sacerdotal depende de su voluntad para crucificarse con Cristo. En un mensaje a las Madres de la Cruz de la comunidad Amor Crucificado, Cristo enfatizó la importancia de que todos los sacerdotes sean testigos del mensaje evangélico de la Cruz:
Yo soy el Sumo Sacerdote. Soy el perfecto sacrificio santo del Padre para la redención de la humanidad. Los sacerdotes que vinieron después de Mí nacieron de Mi Corazón Traspasado; nacieron de Mi amor crucificado. Igual que una mujer se esfuerza por dar a luz, Mis sacerdotes fueron concebidos en Mi Corazón Crucificado y fueron traídos a la vida a través del pasaje en Mi costado abierto por la lanza. Por lo tanto, todo sacerdote está llamado a ser UNO con la Palabra de la Cruz. Por sí mismos no pueden hacer nada y no son nada, pero unidos como UNO al Amor Crucificado, son el poder de Dios. La misión que deseo es que todos mis sacerdotes se unan con Jesús–Amor Crucificado. Es aquí donde reside el poder de Dios que quiero que posean ... 21/9/10
Cuando los sacerdotes dejan de abrazar su condición de víctimas al no hacerse UNO con Cristo crucificado, no pueden ser transformados por el Espíritu Santo y viven un sacerdocio desordenado con graves consecuencias para ellos y para su rebaño.
Dile a Mis hijos que se han desviado del camino que puse ante ellos. Se han desviado del camino estrecho que lleva a la vida. Sus corazones se han enfriado y endurecido porque buscan su realización en sí mismos. Es solo a través de una vida de penitencia y mortificación que la carne puede purificarse. Díles, hija Mía, que contemplen Mi amor crucificado y permitan que Mi Madre los lleve al pie de la Cruz con los que Me aman (sentí que eran San Juan y María Magdalena). 24/5/10
Sin esta transformación en alter Christus, su vocación corre el riesgo de provocar escándalo y confusión en la Iglesia y en el mundo. Estos escándalos de los sacerdotes traspasan violentamente el corazón de Dios, como le dice Jesús a Conchita:
¡Y los pecados de escándalo de mis sacerdotes qué inmensidades abarcan!, ¡qué gloria me quitan, y de cuán honda manera traspasan mi Corazón!
Es incalculable para el hombre, el radio que abrazan esos pecados de escándalo de mis sacerdotes, y sólo en le eternidad, a la vista de aquella gran luz, alcanzan a ver el casi infinito mal que produjeron con estos pecados innumerables. Y digo innumerables, porque un pecado de escándalo de sacerdote, se multiplica y alcanza generaciones... [estos pecados ocultos] atacan la fe, ciegan la esperanza, y matan la caridad. —A Mis sacerdotes, Concepción Cabrera De Armida, 20.
Aliento para vivir esta llamada
En la siguiente carta, un sacerdote alienta a su hijo espiritual/sacerdote a vivir su vocación como víctima con Cristo. Su consejo refleja la unción de la sabiduría de Dios para todos los sacerdotes:
Mi querido sacerdote, hijo espiritual,
Haz logrado llegar a la décima estación de tu sacerdocio, despojado de mucho de este mundo, con más de que desprenderte en el futuro.
La Iglesia Universal y el sacerdocio de Cristo en el que fuiste ordenado hace diez años hoy, también han sido despojados de su santidad, dignidad y hasta de su unidad episcopal, al quedar expuesto su pecado.
Este Templo está siendo purificado, sacudido y perseguido. Al final solo quedará el rostro magullado del Siervo Sufriente, y cuanto más te parezcas a Él de esta manera, más de cerca tu Madre Celestial te envolverá en sus brazos.
Decídete a aumentar tu tiempo ante el Santísimo Sacramento para consolarlo y convertirte en hostia viva ante los ojos de Su pueblo.
Muchos de su pueblo y de sus ministros aún se aferran a la tradición, costumbres, incienso, liturgia en latín, y hasta a la barandilla para comulgar, como pasajeros agarrados a la baranda del Titanic pensando que eso les ofrecería seguridad y comodidad. Pero solo cuando nos despojemos de todo y nos convirtamos en UNO con la VÍCTIMA, seremos verdaderamente Su Cuerpo, la Iglesia, no en la nostalgia del pasado sino en la realidad del PODER DE CRISTO EN EL PRESENTE.
Eres muy culto, mi hijo espiritual, en teología, ley canónica, hasta en idiomas, y llevas dentro de ti un falso orgullo oculto por todo eso, escondido de ti mismo, pero no de mi que te amo como Pablo amaba a Timoteo. Pero algún día en el futuro verás más claramente que el SACERDOCIO que recibiste hace diez años hoy no está en la grandeza de tu condición social, ni en tu sabiduría o conocimiento natural, sino solo en el SACRIFICIO DEL CORDERO DE DIOS.
Y algún día, cuando te permitas ser despojado de todo—salud, prestigio, reputación conocimiento, conexiones, sabiduría humana y poder pastoral, lograrás la alegría y la plenitud del sacerdocio que hoy celebras. Esta es mi oración, profecía y don para ti en este día.
Fue un privilegio y un honor apoyarte económicamente, y ser en esos momentos tu padre terrenal, no solo por lo que eres hoy, sino por quien confío que llegarás a ser a su tiempo.
Con sincero amor y gratitud en este hito de tu décimo aniversario de ordenación,