Esta reflexión se basa en Juan 15 y en el mensaje de Jesús a la Comunidad Amor Crucificado el 10/4/24, sobre el "fruto selecto" de nuestras vidas de víctimas. El misterio de cómo nuestras vidas producen abundantes frutos.
El “Fruto Selecto” del Martirio Oculto del Corazón
Juan 15
Cenáculo, 25/4/24
10/4/24
Jesús me pidió que leyera Juan 15. Luego dijo:
Abba, nuestro Padre, se glorifica con el fruto de tu vida. Los ángeles están recogiendo el fruto de vuestras vidas (AC) y se lo presentan al Padre. Este fruto escogido son las muchas almas que han convertido sus vidas y han vuelto su mirada hacia Mí, su Dios y Salvador. Este es el fruto escogido de la salvación que viene a través de Mi obediencia hasta la Cruz. Las almas que se unen a Mí, el Cordero inmolado, únicamente por amor, producen en unión Conmigo una abundancia de fruto: el fruto de la conversión para gloria de Dios.
El fruto de Mis víctimas ocultas de amor no es visto por el ojo humano, sino sólo por Dios, pues este fruto se produce a través del martirio oculto del corazón, una obra interior de amor vivida en el silencio de la unión con Dios. Dile a Mi comunidad que los ángeles están recogiendo el fruto de vuestras vidas y poniéndolo a los pies de nuestro Padre para Su gloria y la vuestra. Alegraos, pequeños Míos, porque el Reino de los Cielos está cerca.
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En el capítulo 15 del Evangelio de Juan, el fruto simboliza las buenas acciones. Sin embargo, el mensaje que nos da el Señor descubre otro tipo de "fruto", un "fruto selecto", es decir, de mayor excelencia. A diferencia del "fruto" de las buenas acciones, que son visibles para el ojo humano, este tipo de "fruto" no lo ve el ojo humano, pero sólo lo ve Dios. El fruto que produce nuestra vida es doble: en primer lugar, la transformación de cada uno de nosotros en Amor, "la vid", y en segundo lugar, el fruto de la conversión en los demás.
El Señor es muy claro al hacernos saber que el fruto de la conversión de muchas almas sólo puede lograrse mediante nuestra obediencia hasta la Cruz. Él dice:
Las almas que se unen a Mí, el Cordero inmolado, únicamente por amor, producen en unión Conmigo una abundancia de fruto: el fruto de la conversión para gloria de Dios.
Jesús también nos revela que este amor es amor de víctima, pues dice en Juan 15:10, 12, 13:
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. (juan 15:10)
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. 13 Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. (juan 15: 12, 13)
Por consiguiente, permanecer en Cristo es permanecer en Su Amor crucificado, permanecer con Él sufriendo como uno con Él únicamente por amor a Él y a las almas. Es este amor víctima el que produce por Cristo, con Cristo y en Cristo una abundancia de frutos selectos para gloria de Dios.
Cuando vivimos como uno con Amor crucificado, vivimos las palabras de Jesús en la Escritura: Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. (7)
Pedimos entonces lo que Jesús pide al Padre: la conversión de los pecadores, la salvación de las almas, la unidad y que todas las almas lleguen a conocer la verdad que se encuentra en Cristo. Esto se revela en Juan 17 en la oración de Jesús por nosotros al Padre:
Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. (Juan 17:11)
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. (17:17)
Por lo tanto, Nuestro Padre escucha el clamor de los pobres y nos responde.
Luego procede a explicar que este "fruto selecto" se produce a través del martirio oculto del corazón, que es una obra interior de amor vivida en el silencio de la unión con Dios.
Vivir en el claustro del Corazón Inmaculado de María
El claustro es una analogía de una realidad espiritual, del mismo modo que Jesús utilizó parábolas para revelar a la humanidad verdades espirituales: por ejemplo, la vid y el viñador, la parábola del sembrador, el Buen Samaritano, etc.
El claustro del Corazón Inmaculado de María podría compararse a la cámara más íntima de su Corazón. Muchas almas entran en su Corazón Inmaculado, pero pocas son "elegidas" para entrar en su claustro.
El claustro representa la soledad de María, sus años de "Soledad". El profundo lugar interno donde el amor abraza todo el dolor humano. El claustro es el lugar interno donde María permaneció en la crucifixión interior de Jesús después de Su Ascensión. Es donde vivió a la perfección las palabras de Jesús: Permaneced en mí y yo en vosotros (Jn 15,4). Jesús permanece en nuestros corazones, sufriendo nuestro quebranto y pecado como nuestra Víctima Intercesora ante el trono de nuestro Padre: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34). Por eso, sólo las víctimas de amor de Dios están invitadas a entrar en el claustro de María para participar con ella en la agonía de amor de Jesús, en Sus dolores, por la humanidad caída.
María nos revela el misterio de su vida de soledad vivida en el claustro de su Corazón en el mensaje del 9/3/23. Nos explica que su fidelidad y perseverancia en permanecer junto a su Hijo, viviendo interiormente Su crucifixión, prepararon su corazón para amar a toda la humanidad como una sola cosa con el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La unión total con el sacrificio de amor de Jesús es lo que expandió su Corazón materno para que pudiera abrazar en su Corazón Materno los pecados y quebrantos de todos los hijos de Dios. Entonces nos habla con palabras poderosas, se convierte en la abogada Maternal del Corazón de ABBA.
María vive en el silencio de su claustro en el abrazo del Padre, participando en la obra de la redención. Ella nos dice que entra en el lamento de nuestro Padre como Madre por cada uno de nosotros. Así, nos revela lo que significa vivir en el abrazo del amor de la Trinidad en la tierra.
En el abrazo del Padre
El Miércoles de Ceniza de este año, 14/2/24, Nuestro Padre nos habló. Él desea que permanezcamos en Mi (Su) abrazo en silencio, en la quietud de Dios, para consumirnos en Mi (Su) amor. Él también nos revela el misterio de lo que Jesús y María nos han enseñado: los pocos que responden a ser un DON TOTAL de sí mismos a Dios mediante su fiat de ser Sus almas víctimas y permiten que el Espíritu Santo los una al Amor crucificado, unidos a nuestra Madre Dolorosa, reciben la gracia de vivir y permanecer en el abrazo de Dios Trinidad. El Padre dijo:
Los pocos que han perseverado en vivir el Camino Sencillo de la vida y la pasión de Mi Hijo, y que viven como un solo corazón con la Madre Dolorosa en su claustro únicamente por amor a Mi Hijo y por la salvación del mundo, son ahora invitados a entrar y permanecer en Mi Corazón.
La sencillez del Camino Sencillo consiste en que, sufriéndolo todo con Cristo en el sacrificio de Su amor, llegaremos a ser santos, restaurados a imagen y semejanza de Dios. Todos los niveles de purificación consisten en llegar a un deseo perfecto y santo: desear únicamente la Cruz por amor a Dios y a las almas.
Antes de que Abba me invitara a entrar en Su Corazón, dijo: Recibo tus lágrimas de arrepentimiento por tus muchos pecados. El Camino Sencillo de Dios nos lleva a conocer nuestra miseria, por lo tanto, a vivir en un continuo estado de arrepentimiento, un profundo arrepentimiento de lágrimas. Este estado de arrepentimiento y nuestro deseo de sufrirlo todo con el sacrificio de amor de Cristo nos lleva al abrazo del Padre.
Cuando el hijo pródigo vuelve a su Padre, entra en una nueva relación con Él. Llega a experimentar y conocer el perdón, la bondad, la dulzura, la fuerza, el apoyo, la bendición, la benevolencia y la generosidad del Padre. Al entrar en la casa de su Padre y recibir el amor de su Padre por medio de su abrazo, comienza una nueva vida de ser purificado y sanado por medio del amor de su Padre.
Esto es ahora lo que Abba desea de cada uno de nosotros. Nuestra última etapa de purificación se realiza viviendo en el abrazo de nuestro Padre, en Su Amor.