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Maternidad Espiritual

En el gran amor de Dios por sus sacerdotes, no los deja solos para andar el camino estrecho de la Cruz para convertirse en UNO con Cristo crucificado. Les da Su Madre Dolorosa y, en unión con ella, madres espirituales que dan aliento, fortaleza, apoyo, amor y consuelo a sus hijos sacerdotes.

Nuevos “Adanes” y nuevas “Evas”

 

El primer fruto del amor de Jesús y de María en la Cruz es San Juan, el elegido del Señor, su discípulo amado. De todos los apóstoles, él es el que conoció íntimamente el Corazón de Jesús. De esta intimidad nace su apertura a la intimidad con María en la Cruz.

Jesús en su agonía, los llamó al pie de la cruz para convertirlos en madre e hijo/discípulo.

No podían ser madre e hijo sin ser primero víctimas de amor, uno con la Pasión de Cristo. La unión con Cristo en la cruz está en el centro de la maternidad de María y en el centro del hijo/discípulo–San Juan. En la Cruz, se juntan, y la relación entre ellos adquiere un nuevo significado y una nueva fecundidad porque tiene el fuego del amor puro y perfecto. Cuando alcanza la madurez, encontramos la esencia más pura de la maternidad espiritual.

Yo, Madre de todos en el cielo y en la tierra, Madre de todos los sacerdotes, deseo su santidad. Igual que abracé a San Juan al pie de la Cruz, envuelto en la preciosa sangre de mi adorable Hijo, también quiero abrazar a cada sacerdote. En mi Hijo, cada uno de ellos es mi hijo. Los amo con mi maternal y puro corazón. Quiero llevarlos a ser santos como Jesús es santo. Quiero llevarlos a la morada de Su Corazón traspasado. Llevaré a cada uno de ellos a la Cruz como acompañé a mi Hijo. Los formaré para ser víctimas perfectas como formé a mi Hijo. Pondré en sus corazones el amor de la Cruz como el Padre puso este amor en el Corazón de mi Hijo y en el Mío.

Hija mía, quiero que ayudes a cada sacerdote a venir a la Cruz... Diles que me permitan revelarles el amor de Jesús crucificado. Solo este amor tiene el poder de transformar. Cuando cada uno de mis sacerdotes consagrados se una, a través de mi Corazón, al Amor Crucificado, se abrirán los corazones de los fieles —5/08/09, Camino sencillo, #138 p. 370.

María se convierte en el instrumento de Dios para continuar la obra de redención en San Juan, especialmente a través de la curación y la formación de su corazón. Esto incluye la curación de sus emociones, sentimientos, deseos y su auto–imagen. Jesús, el hombre, lo formó; luego María, la mujer, completó la formación de su corazón como solo una mujer puede.

 

Ella también es su compañera. El Señor dijo: “No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gen 2,18). Nadie es más apto para acompañar y ayudar al hombre que la mujer María. La relación de María y San Juan muestra que Jesús quiso que la complementariedad entre el hombre y la mujer sea, no solo en las relaciones matrimoniales orientadas a tener hijos, sino también en las relaciones espirituales que llevan a muchos a la vida espiritual.

“Mujer, aquí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26). Esta es la Madre y compañera que Jesús nos da. Pero Jesús también habló a San Juan: "Luego dijo al discípulo: 'Aquí tienes a tu madre'" (Jn 19, 27). Él puede ser bendecido con el don de María solo si responde con todo su corazón. Él debe recibirla. Juan entendió que contemplar a María significaba recibirla; por lo tanto, "desde esa hora el discípulo la llevó a su propia casa" (Jn 19, 27). Ella no es una madre a quien visitamos mientras la mantenemos a cierta distancia. Él llevó a María a su propia casa, a su corazón, un corazón que pertenece a Jesús, y le permitió entrar en la intimidad de su sacerdocio.

Como San Juan, todo sacerdote esta llamado a amar a María y recibirla en su corazón:

Los sacerdotes deben deben amar a María con el mismo amor, con la misma ternura, respeto, obediencia y fidelidad, gratitud y pureza con que Yo la amé... A María deben recurrir los sacerdotes, y rogarle y suplicarle que los modele, rasgo por rasgo, conforme a su Hijo Jesús... Al dejar Yo el mundo... le dejé a María, que me representaba en sus virtudes, en sus ternuras, en su Corazón, eco fiel del Mío... En María se apoyaba la naciente Iglesia... la protección de una Madre y que Ella fuera el conducto por donde pasara toda la gracia del Divino Espíritu para las almas... al pie de la Cruz. Ahí pronunció María el segundo 'fiat' y aceptó como hijos a la humanidad entera; pero, sobre todo, a los sacerdotes en San Juan" (Beata Conchita Cabrera, citado por Juan Esquerda Bifet,
Sacerdocio de Cristo y sacerdocio ministerial en la vivencia y mensaje de Concepción Cabrera de Armida).

María, ahora la Madre de la Iglesia, permanece para formar a San Juan y María Magdalena en la escuela de su corazón, como lo hace con cada uno de nosotros. Nosotros, como ellos, debemos formarnos en la Escuela de Amor: El Corazón Inmaculado de María.

 

En el nuevo Adán y la nueva Eva, Jesús y María, encontramos la relación armoniosa perfecta. Son el modelo y la fuente de gracia para todos los hombres y mujeres renovados. Con San Juan y María Magdalena comienza un nuevo linaje de hombres y mujeres renovados, lavados en la Sangre del Cordero; los nuevos Adanes y las nuevas Evas formados en el corazón del Nuevo Adán y la Nueva Eva. Es el comienzo de una alianza de amor con Cristo a través de María.

La siguiente charla de audio captura el corazón y la esencia de cómo debemos imitar la relación reflejada por Jesús y María en la Cruz.

🔗(Solo en inglés: "La Cruz es el Tesoro" por Lourdes Pinto)

La obra de una madre espiritual con su hijo sacerdote

Un aspecto importante de la dimensión mariana del sacerdocio es la asociación de María con el sacrificio de Cristo. Como co-redentora, María ofrece a Jesús al Padre y se une a Su sacrificio:

María me ofreció al Padre eterno para ser crucificado y esta fue su mayor tortura. ("El sacerdocio de Cristo" ... Concepción Cabrera de Armida, 40)

 

Una madre espiritual, siendo UNA con la Madre Dolorosa, ayuda a su hijo espiritual–sacerdote a ser crucificado mientras ella se une a su crucifixión con Cristo, como una ofrenda pura al Padre.

La siguiente carta escrita por una madre espiritual a su sacerdote/hijo, revela la obra del Espíritu Santo:

Mi querido padre

 

Aquí es exactamente donde nos lleva El Camino: ¡a la belleza de la plenitud de nuestra restauración en Cristo como los nuevos hombres y mujeres del Reino de Dios!

Él (San Juan Pablo II en "Donación") escribe sobre la palabra "compañera" (Gn 2,18): "La mujer es dada al hombre para que pueda entenderse a sí mismo, y ​​recíprocamente el hombre es dado a la mujer con el mismo fin ”. Cuan cierto es esto en el DON de nuestra comunión. "Dios te ha dado a mí". "Esta conciencia se convierte en una fuente de enriquecimiento para cada uno de nosotros". Sí, mi querido Padre, Dios te ha dado como mi hijo y padre espiritual, y también como mi amigo. Has enriquecido mi vida con el regalo de tu vida, te has hecho vulnerable a mí y me has recibido en tu corazón. ¡¡¡GRACIAS!!!

“Solo alguien que tiene dominio sobre sí mismo puede convertirse en un don sincero para los demás”. Dios nos guía a cada uno de nosotros a través del camino estrecho de la Cruz para tener dominio sobre nosotros mismos a través del don del autoconocimiento y el conocimiento de que somos “amados" de Dios en Cristo. Esto es lo que leí en tus palabras en el último correo electrónico. Estás adquiriendo dominio sobre ti mismo, y por lo tanto, ¡te estás convirtiendo en un don para los demás!

“La belleza de la Transfiguración fortaleció a los Apóstoles, para que pudieran soportar la humillante Pasión del Cristo transfigurado. Porque la belleza es fuente de fortaleza para el hombre. Es inspiración para el trabajo, luz que nos guía a través de la oscuridad de la existencia humana y nos permite superar todo el mal, todo el sufrimiento, con el bien ..."

 

Gracias por recordarme en tu último correo que estoy llamada a ser la madre de los Macabeos, animando a su hijo a ser martirizado por Dios. ¡¡Rezo mientras San Juan Pablo II escribe que la belleza de mi feminidad y maternidad será una fuente de fortaleza para que puedas amar como uno con Cristo hasta el extremo de la Cruz!!
🔗Ver carta completa

 

Abajo, la carta de un sacerdote a su madre espiritual en la que le abre su corazón:

 

Muy querida en Cristo, 

Creo que es providencial que yo sienta cada vez más fuerte mis incapacidades y mi pequeñez humana y cristiana. Es duro reconocerlas. Pero están por todas partes. Incapacidades de amar, de comunicar el Evangelio, de ser un padre para las personas con quienes me relaciono en ámbito pastoral. Y eso lleva consigo una tentación de desconfianza y de tristeza interior.

Intento ver y sentir la presencia de Dios en mi vida, pero no me viene. O, mejor dicho, no viene como yo quisiera. Debo seguir en purificación. Caminar en la fe, incluso cuando el corazón se siente solo y agobiado, viendo las infinitas necesidades de la gente. Y en este camino interior de prueba, tus mensajes son un bálsamo y una luz que Dios me regala. Te los agradezco mucho. Dios dirá hasta cuándo estaré en esta fase, y qué es lo que en realidad debo aprender y entender.

Tu hijo que pide tu oración y humildemente te bendice,   (Camino sencillo p. 388)

 

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